23 de enero de 2012

Wiedikon


Hemos llegado en el tren de dos pisos;
si dudas, desapareces,
si no dudas, dejarás de existir;
las campanas redoblan en la tarde,
los tranvías traquetean ansiosos
atronando Goldbrunnenplatz.

Llueve en los pasos de cebra amarillos,
paraguas contra el desprecio de dios:
sáldanos tú nuestras deudas;
la ingenua fealdad de adolescente
en los escaparates desolados
de Birmensdorferstrasse.

Sobrevuelo dudas y errores
en el rastro azul de la masa
para demostrarme a mí mismo
que aun estoy relleno de sangre humana;
vieiras al estilo Rías Baixas
en el horno de Rotachstrasse.

Hiedra, recuerdos indecisos,
y húmeda densidad vegetal;
maese Cuervo sobre las antenas
explica su breve razón
a los siempre indiferentes abetos
de los huertos de Schrennengasse.

Levanto una montaña ante mí,
los cómics de coleccionista,
olvido que los días se consumen,
la vieja Zenith Trans-Oceanic
junto a otras piezas de la antigüedad
de mañana en Badenerstrasse.

El olor del mirto, saúco seco,
Bienvenido al Hotel Verdura;
espadas cruzadas marcan las horas,
qué bonito lugar para morir;
fray Mirlo nos da las noticias
al atardecer en Bühlstrasse.

El tiempo no será jamás así
ni los colores del sueño
volverán a brillar sobre la nieve:
se desliza la indiferencia
hacia el presente cargado de espectros
aquí, en Rotachstrasse, en Wiedikon.

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ēgm. zúrich, 2012