26 de marzo de 2012

La primera erección


La gravedad allá
es bastante más débil que en la Tierra,
todo comienza con una erección,
la confirmación del yo en su cosmos,
y me cansa tanto pensar,

sube niebla del río,
si no puedes soportar la belleza
al menos oculta tu estupidez,
las inexplicables explicaciones
que los crédulos creyentes se dan

a sí mismos para justificar
la enormidad de la chapuza cósmica
no debieran ser aceptadas
por los pálidos fantasmas burlones
ni por ningún ser racional,

sé lo que digo con lo que no digo
y he aprendido a escuchar el silencio,
el alacrán reduce el tiempo
a una sola pregunta
que conviene no formular,

aunque la gravedad aquí
sea apenas más débil
que en el centro del Universo,
allí donde alguna vez
pudo existir la singularidad

de una perfecta y cósmica erección,
el alcohol no ayuda pero entontece,
escucha a los que callan,
niebla, niebla desde el río,
todo acostumbra a comenzar

con un gran estallido,
como una cósmica eyaculación
que lanza su exuberancia de estrellas
hacia el arenal de esta playa
que la marea no desbordará,

en el silencio quedan tus secretos
perfilados en tinta azul
contra el pulido papel,
y la neblina por el níveo río
de tu galaxia local,

porque siempre es tarde
para hacer lo que no hicimos
también siempre es pronto
para hacer lo que no haremos,
esta gravedad que nunca podrá

mantenerme a mi yo sujeto,
en los cañaverales del pantano
susurra confusa la brisa
los sacramentos de la convulsión
primigenia y primordial

de la que germina el Universo,
vasto, expandiente y terso,
entre pedacitos de roca
mi corazón se disemina
en haces de dinámica fugaz,

en la cueva de las brujas
es revelada la tiniebla
como un dibujo en papel transparente,
caray, esta perversa gravedad
no quiere dejarme pensar,

desde el planeta aún distingues bien
la radiación de microondas
junto al denso pantano,
una sucia mancha blanca
contra la oscura eternidad,

la celebración del yo en su abismo,
hasta ahora voy respirando
la mezcla exacta de ozono, criptón,
oxígeno, nitrógeno y argón,
creerás que es fácil quizá

pero no sabrías hacerlo,
algas en el mar, hongos en el musgo,
líquenes bajo la profunda umbría
que la luz nunca rozó,
todos creemos saber respirar

mientras esperamos que role,
no lo ha visto nadie, niebla en el río,
sobre las rocas del río,
flores de esperma en el fuego, que role
hacia el infinito la gravedad,

me despierto en plena erección,
el alcohol no resuelve los problemas
pero embota los sentidos
y desactiva el revuelto cerebro,
ser un ser racional

no es una puta elección,
ser un liquen te permite vivir
lejos del roce de la luz
y de la comprensión del Universo,
nunca ha habido y nunca habrá,

en perenne eyaculación
aun después de la última implosión,
y varada entre esquivos asteroides
mi subrazón se hiela
con esta equivocada gravedad

que estanca mi pensamiento,
surfeando sobre el chorro de estrellas
desciendo la ola del tiempo
hacia las playas de este peñasco
que la resaca no descifrará,

y en un pequeño planeta sin dueño,
viento, marea y roca,
continúan entreabriendo la boca
los muertos en su sueño,
líquenes en la lienta oscuridad,

ignoro que conozco la pregunta,
finjo olvidar la respuesta,
me basta la visión del alacrán,
contemplo la fluidez de la galaxia
sin intuir ninguna señal,

niebla, las cándidas explicaciones
que no hay modo de aceptar,
vuelvo a despertarme en tensa erección
vislumbrando algún sueño cosmogónico
que no recordaré jamás,

sospecho que no es hora de pensar,
araña enterrada en su duna,
rebusco un amuleto entre los astros
que aparte de mí a los dioses
que estos crédulos gustan de adorar.

.
ēgm. 2012


2 de marzo de 2012

Ignorando las estrellas


El día en que los humanos
descendieron sobre el planeta Tierra,
huraño en un desierto extraño,
estaba yo cogiendo albérchigos
en el huerto de la abuela,

la araña bajo el austero
laberinto de la duna,
y del río, el cocodrilo entre el fango,
de la banquisa, el oso sobre el hielo,
solos, acechan, se ocultan,

extraño en un planeta huraño,
escrutando un firmamento
que ya no emite más sofismas,
mientras los infectos insectos
en sus cubiles ignoran el grado

de su insustancial estulticia,
viviendo como si entendieran algo,
orando como si los dioses
pudieran descifrar sus oraciones
ni desentrañar los oráculos,

sin sospechar la belleza,
mira a las libélulas en la ciénaga,
ven antes de que vuelva el viento,
antes de que la neblina
oculte su color en sus gríseos,

oh, no pueden suponer la belleza
del escarabajo bajo la ortiga,
el cardo marino en la arena
y los cormoranes junto al roquedo
o el quelpo en el océano,

el nimbo cernía el volcán,
lo sabes primero y después lo tienes
en la cuesta del pinar,
atravesando estratos fluentes,
cada y cada vez más profundos,

sientes subir el flujo
hacia la arcana cumbre hendida
en la obscena fantasía facial,
la lábil lava tranquila
desciende la ladera del volcán,

lejos del fuego mi instante ardía,
inmerso en la contemplación del tiempo,
aunque eres tan feliz y espléndido
no podrás evitar los códigos,
lo sientes primero y después lo ves,

sabe el tonto al menos que es tonto,
lejos del tiempo mi instante está ardiendo,
niega el estúpido su estupidez,
semen vertido sobre el fuego,
tela azul, vela azul en blanco azar,

ser de la materia incorpórea,
la sangre refundida en lava y sal,
solos, acechan, se encorvan,
araña en un planeta insecto,
con que debieran hacerse los hombres,

ciega llamarada en el ciego cielo,
fingiendo ser un alga insomne
que fluctúa en la rompiente,
tan solo un sargazo inerte
mecido en la marea incierta,

quien no sufre no disfruta,
ay, no saben padecer la belleza,
nada ve quien nunca escucha,
quien no mira, no oye nada, nunca,
de la luz sobre la luz crepitante

hablando el lascivo lenguaje
del sol sobre el desierto y de la lluvia
sobre el estanque y los junciales,
lo tuve, lo vi y lo supe
cuando en la suave montaña que sube

desde el pasado transversal
hasta lo que no debieras soñar,
la pálida lava se deslizaba
a la sangre consagrada
a los dioses infernales, y tienes

que hacerlo, así, con calma,
como el alga en la rompiente,
derelicto en la marea indecisa,
déjate atraer y empujar,
pedazo de mierda undívaga,

entre las olas que llegan
y el reflujo que jamás volverá,
y no les des de comer a las hienas,
labrado de los pulsos incorpóreos,
el menhir contra el dolmen,

con que debieran hacerse los hombres,
oculto, acechante, solo,
ya no entran más mensajes,
malva, starwatcher, en tus venas,
de las islas siderales,

cada día mueren su vida inocua,
desprecian lo que no desean,
destruyen lo que les estorba,
odian lo que les acompleja
y no pueden admitir la belleza

de las libélulas en el estero,
en el arduo acantilado el charrán,
la piel contra la piel erecta,
y yo, que me comía los albérchigos
en la cuesta del pinar.
.
ēgm. 2012