30 de enero de 2011

Cine de tarde


Ella no era rica.
Él nunca fue pobre.

Él se fue a estudiar a una ciudad del extranjero.
Ella decidió estudiar a la ciudad de la que él procedía.

Ella permitió que la desvirgara un chico que no le gustaba gran cosa.
Él se masturbó mirando porno con sus compañeros de piso.

Él terminó los estudios y se fue de putas con los amigos.
Ella acabó la carrera y se emborrachó por primera vez.

Ella encontró trabajo en la ciudad en la que había estudiado.
Él regresó a su ciudad a trabajar en la empresa de su padre.

Él tuvo tres novias pero permaneció soltero.
Ella se casó y se divorció a los dos años.

Ella comenzó a ver que no avanzaba en su trabajo.
Él dejó de jugar al tenis y probó con el golf.

Él la conoció a ella en una fiesta a la que se dejó arrastrar.
Ella se dejó conocer por él en una fiesta a la que acudió sin ganas.

Ella fingió que le interesaba lo él que le decía.
Él hizo como que entendía lo que ella le contaba.

Él logró acostarse con ella a las cinco semanas.
Ella consiguió casarse con él a los cinco meses.

Ella dejó su trabajo y se dedicó al arte y a las compras.
Él siguió esperando a que su padre se muriera.

Él sintió que aquel mundo cerrado le aburría.
Ella se aburrió de sentir que aquel mundo la encerraba.

Ella intuyó que era el momento de buscarse un amante.
Él empezó a pensar en la posibilidad de cambiar de secretaria.

Él se folló a la nueva secretaria el primer día en el sofá de su despacho.
Ella se folló a dos poetas, un escritor de moda y a varios artistas.

Ella se cansó de listos que se hacían el tonto y de tontos que se creían listos.
Él empezó a resentirse de la espalda por forzar posturas sobre el sofá.

Él lamentó casi sinceramente la muerte de su padre.
Ella se alegró en su interior de la muerte de su suegro.

Ella se ocupó de gestionar la empresa familiar.
Él cambió de despacho y también de secretaria.

Él comenzó a prestarle más atención a ella.
Ella se sintió halagada de que él la tratara con más atenciones.

Ella descubrió que le gustaba el mar y no solo la playa.
Él olvidó el deportivo en el garaje y se dedicó más al yate.

Él decidió que no valía la pena arriesgar lo que no es hipotecable.
Ella calculó que no compensaban sustos continuos con placeres fugaces.

Ella soltó lastre.
Él recogió velas.

Él inició una colección de monedas raras.
Ella siguió coleccionando joyas exclusivas.

Ella rehusó varias invitaciones del nuevo escritor de moda.
Él dejó de medir la longitud de las faldas de sus empleadas.

Él concluyó que total, en fin, para qué.
Ella se convenció de que bueno, total, qué más da.

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ēgm. 2010

11 de enero de 2011

Romance del Infante Henryques


Yo no digo esta canción
sino a quien conmigo va.
Romance del conde Arnaldos

¡Quién tuviera tal ventura
en las orillas del Sar
cual tuvo el Infante Henryques
una mañana sin par!

Yendo a recoger castañas
para asarlas en su lar
vio venir una morena
que el río quiere pasar.

Las faldas trae de seda,
de azabache su collar;
los labios, moras de zarza,
los ojos, algas del mar.

Mientras sonríe encantada
cantando viene un cantar
que la lluvia pone en calma,
al viento lo hace amainar;

a las aves de los árboles
las hace a tierra posar
y a los peces de lo hondo
los hace arriba asomar…

Allí habló el Infante Henryques,
el de ventura sin par:
«¡Por mi vida, moreniña,
canta otra vez tu cantar!»

Le respondió la rapaza,
tal respuesta le fue a dar:
«¡Solo canto mi cantiga
a quien me sabe besar!»

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ēgm. 2009