28 de enero de 2012

La chispa obtenida


Del frío de los sueños somos
espíritus fugaces
vagando confundidos por la tierra,
hormiga o escarabajo,
el viento solo sopla en un sentido

y barre los recuerdos al pasado
guardándolos en cercos infranqueables,
observa los relojes, muros
de sol, de mecanismos o de arena,
inútil proseguir

ni aun retroceder,
atiende a la emisión del cesio,
o grillo o saltamontes,
distancia que se aleja hacia el futuro
ligando con enlaces quebradizos

el ciclo de arrebatos o derrotas,
momentos inusuales,
privados de palabras los rituales
de lógicas ignotas,
observa los cristales,

comprende que los ritmos son eternos,
contempla el movimiento del granito,
recibe como un don
tu exigua asignación de sexo,
la chispa que, obtenida, fluye

inmune a los impulsos del insomnio,
soñando el relojero puede
mudar la luz en sombras,
luciérnaga o libélula,
los negros convertir en melodías

de gris y evanescencia,
planetas que basculan el vacío
fortuito de los cosmos divergentes,
amor, genialidad, azar,
expulsa tu egagrópila indigesta,

moscarda o mariposa,
en evos no explorados ni medidos,
sin gafas la vidente en la baraja
escruta el universo,
no pienses en lascivas pesadillas,

contempla como cristaliza
el cuarzo en los abismos de la roca,
avispa o quizá abeja,
no sigas descifrando en los cometas
futuros que jamás llegaron,

rendida de cansancios incansables
durando desde edades desgastadas,
repara en que el recuerdo es
el cebo de la trampa de los días,
mi mano no la guía dios alguno,

mis armas se afilaron en la lluvia
de inviernos remordidos,
de lacias primaveras,
en nieblas de inexactas latitudes,
insecto, cual tú seas,

espíritus errantes,
dirige tus antenas a la bestia,
sitúa tu aguijón entre sus ojos,
ya seas el que fueres, muerde,
descarna hasta los huesos su cabeza,

escarba en sus entrañas y devóralas,
ya seas el que seas,
o tú serás la víctima
del culto a la rapiña y la avaricia,
a dioses que no creen en los hombres,

inútil regresar ni proseguir,
no hay vida en que no olvide que el olvido
debiera ser el limbo en el que viva,
sentados en la piedra,
cogidos de los hombros frente al cielo,

entonces las estrellas eran
muy blancas, muy pequeñas y distantes,
ignora los relojes,
el tiempo es ese río en que, desnuda,
no nadas en el agua que te baña,

ya fueres tú cual seas, cae
el puente que lo cruza, se derrumba
y arrastra la corriente sus arcadas
al fango sin memoria,
fricciona tus maxilas,

mi brazo no lo empuja augur alguno,
y clava tus mandíbulas,
no hay mar que no devuelva a sus orillas
las algas que arrancó, tras la tormenta,
inútil proseguir ni regresar,

adéntrate en sus vísceras,
los amos de la gleba en sus castillos
recuentan las monedas del saqueo,
impuestos comisiones y gravámenes,
el corazón devórales,

creían las sirenas que las algas
prestaban a los peces sus aletas,
las hadas no sabían
que un pene pesa igual que una sardina
o acaso un jurelillo,

si algo somos, mosca o mantis,
la anchoa y los testículos devórales
y escupe de tu labro ensangrentado
los pelos en el charco, somos
espíritus del hambre de los sueños,

los débiles inquietos animales
que en horas inusuales
su simple chispa obtienen,
estrellas diminutas, blancas,
brotando en el orgasmo deslumbrado,

la luz trozada en sombras, fluyen
quizá cuasicristales
de lógicas rituales y asimétricas,
espíritus errantes en la noche,
si somos, es el frío de los sueños.

.
ēgm. 2012


23 de enero de 2012

Wiedikon


Hemos llegado en el tren de dos pisos;
si dudas, desapareces,
si no dudas, dejarás de existir;
las campanas redoblan en la tarde,
los tranvías traquetean ansiosos
atronando Goldbrunnenplatz.

Llueve en los pasos de cebra amarillos,
paraguas contra el desprecio de dios:
sáldanos tú nuestras deudas;
la ingenua fealdad de adolescente
en los escaparates desolados
de Birmensdorferstrasse.

Sobrevuelo dudas y errores
en el rastro azul de la masa
para demostrarme a mí mismo
que aun estoy relleno de sangre humana;
vieiras al estilo Rías Baixas
en el horno de Rotachstrasse.

Hiedra, recuerdos indecisos,
y húmeda densidad vegetal;
maese Cuervo sobre las antenas
explica su breve razón
a los siempre indiferentes abetos
de los huertos de Schrennengasse.

Levanto una montaña ante mí,
los cómics de coleccionista,
olvido que los días se consumen,
la vieja Zenith Trans-Oceanic
junto a otras piezas de la antigüedad
de mañana en Badenerstrasse.

El olor del mirto, saúco seco,
Bienvenido al Hotel Verdura;
espadas cruzadas marcan las horas,
qué bonito lugar para morir;
fray Mirlo nos da las noticias
al atardecer en Bühlstrasse.

El tiempo no será jamás así
ni los colores del sueño
volverán a brillar sobre la nieve:
se desliza la indiferencia
hacia el presente cargado de espectros
aquí, en Rotachstrasse, en Wiedikon.

.
ēgm. zúrich, 2012


18 de enero de 2012

Otro infierno


No nacimos para heredar un reino
a las cinco de la mañana,
sed en los ojos, frío en los cristales,
niebla en los sueños,
en grupo al asalto de los vagones,

contactos huidizos, auriculares
en los oídos, roces,
veladas miradas desencontradas,
perfume y loción de afeitar,
sudor, olor de fragmentos de vida,

gafas nuevas, zapatos viejos,
el paquete bien ceñido,
la chica apoya la cabeza
en su hombro mientras él dormita,
a las seis de la mañana,

sombras en las escaleras mecánicas,
espectros por los pasillos,
hasta surgir a las calles
y dispersarse hacia las oficinas,
las tiendas y los bares,

un cigarrillo en el portal,
te has equivocado de corbata
y tu dios no puede salvarte,
nimias circunstancias incontrolables
que van desbaratando el día,

no nacimos para heredar un reino
ni una fábrica de condones
a las siete de la mañana,
no recuerdo donde dejé el llavero,
caray, qué buena está esa,

a dónde vas vestida de putilla
a las siete de la mañana,
quizá al trabajo, o vuelves
de algún pozo tenebroso
que olvidarás antes del desayuno,

confín de café y frituras,
tibias las manos, calor en los muslos
a las siete de la mañana,
plástico y papel de aluminio
en un sucio lienzo hiperrealista,

miedo a equivocarse y fallar,
cuando en realidad todo sigue igual,
triste chiquilla en minifalda,
sabes que el mundo se pudre sin ti,
flaco muchacho encorbatado,

tomes la decisión que tomes,
si todas las mariposas del mundo
vibraran sus alas a un tiempo
no podrían lograr que el leopardo
renunciara a su presa,

no nacisteis para heredar un reino
ni un imperio empresarial,
aferran y devoran los colmillos
y la hierba sigue creciendo
bajo las pezuñas de la manada,

a las siete de la mañana,
quedamos donde siempre
y regresaremos juntos a casa,
sombras por los pasillos,
espectros en los resquicios del tiempo,

lejos de la lírica y de la épica,
lejos de cualquier poema,
en grupo, sombras, espectros,
desvaídos pasajeros del alba,
no nacisteis para heredar un reino

ni un sillón en la mesa del consejo,
ni siquiera un asiento libre
a las siete de la mañana,
no nacimos para heredar ni el polvo,
ni en este ni en otro infierno.

.
ēgm. 2012


8 de enero de 2012

El día de la niebla


El barquito de papel de periódico
en el río naufragó,
los niños observaban en la orilla
como la niebla iba confundiendo
los prados y el camino,

la bruma lóbrega y viscosa
que al barquito se llevaba
con labios de anhelante hostilidad,
los niños ahora corrían
hacia el pan con chocolate,

expandiéndose y creciendo
la niebla descendió hacia las orillas,
inundó el valle como una riada
densa, voluminosa, lenta,
que después de disolver en sí misma

algunas esperanzas vagas,
algún sueño descolorido,
desapareció llevándose el tiempo
en el aire impaciente de la noche,
y cada estrella volvió a su lugar,

cada planeta regresó a su órbita,
la luna iluminó a los criminales
y cada delito fue cometido
en la hora y en el sitio oportunos,
y los niños ya duermen,

vibra el agua en el ojo de la ninfa,
y cualquier ser humano
fue amado por otro ser humano
a la hora y en el lugar pactados,
en la niebla y bajo la lluvia,

a la luz de la luna o las farolas
o bajo el sol de la playa,
o en los fríos desiertos desolados
o las junglas devastadas,
el barquito de papel

nunca jamás regresará,
y los niños sueñan con brujas,
el pasado se marchó por el río
el día de la niebla inconsistente
y nunca podrá regresar,

olvida todo el tiempo bajo el tiempo,
recuerda que el ayer nunca ocurrió,
y una niebla,
sobre el río ramas rotas arrastran
lóbrega bruma

junto al pasado como un derelicto
hasta enterrarlo en la arena
con los desperdicios de la marea,
redes, algas,
y en su susurro los sauces revelan

que un grito ahoga a otro grito,
gaviotas,
que un beso disipa otro beso,
cerezas,
que un lobo reemplaza a otro lobo

en la jerarquía de la manada,
aullidos
contra la fluorescencia del crepúsculo,
y un día empuja a otro día,
vencejos,

como un rey sucede a otro rey
y una araña substituye a otra araña
retejiendo su trampa en la cornisa
en la que el vencejo cazó,
los niños,

coloca una bolsa nueva
en el cubo de la basura
y acuérdate de seguir olvidando
los desperdicios del tiempo,
recuerda que el pasado no existió.

.
ēgm. 2012


7 de enero de 2012

Un día escampó


Durante cientos de miles de años
llovió displicentemente
sobre la Tierra vacía de vida,
arabescos de mariposa,
y un día sin día escampó,

nuevos mundos nacen continuamente
para que otros mueran al mismo tiempo
y en los taludes del presente
la nostalgia es tan solo el agitado
soplo del viento en el crambe,

la mariposa fulgura, siguiendo
el tenso arabesco del pez
por el río que fluye hacia la luz
bajo las móviles sombras trenzadas
de los sauces y las mimbreras,

y tener alguna esperanza
de que el sueño vuelva a ser como fue,
fulguración de los peces,
resulta un pulcro ejercicio de angustia
en lo alto del farallón,

la mariposa nunca volará
otra vez esa misma sombra,
olvida la memoria en la hojarasca,
como el pez no nada dos veces
el agua que ya ha fluido,

calculas mal el tiempo, y es por eso
que sueles llegar tarde al vado,
olvida los recuerdos imborrables,
que cruza el río del presente,
ya sabes, del pasado hacia el futuro,

fumareles en el risco,
charranes y pagazas en el sol,
expulsado del paraíso
y arrojado también de los infiernos,
gran ganga, viviendo una inacabable

continua temporada de rebajas,
yo soy de Aldán,
y ya me suicidé en otros bajíos,
recuerda que olvidaste tus recuerdos,
ahora no sé morir,

no hay nadie en el andén ni hay ningún tren
y la ciudad ha muerto,
no hay nadie en el burdel ni el aeropuerto,
y se incendió el edén,
nadie sabe quién fue Hank Woothreed

ni qué mariposas amó
en el vado de las tres piedras,
entre la montaña y el arenal,
entre las viñas, los pinares
y los cañaverales junto al mar,

mientras nuevos mundos nacían
y otros morían bajo la corriente
del río de casijamás, y aquí
tanto tiempo ha estado lloviendo
que la humedad es religión,

pero comienza a escampar
en las dunas de la playa,
en las islas del presente,
detrás de los barrancos del futuro
donde el nada fluctuaba,

vibra la gota en la ninfa,
gran ganga, buen tanga,
sí, fiebre, sube un poco más de fiebre
a tu perfil personal,
algún eco quedará resonando

en las viscosas mimbreras del río,
donde el pez traza su dibujo
de sombríos violetas
y fríos verdeazules vacilantes
junto al vado del hoy,

donde el nada convergía
en la levedad del crambe,
la fugacidad de la arena
y la brevedad del océano
en las peñas de la ría de Aldán,

olvida el porvenir en el sargazo,
recuerda nada más quien eres hoy,
no deja su matiz la mariposa,
pero no volverá a volar
aquel aire que ya esquivó,

en los claros farallones la luz
reconfigura su fulgor,
el verde quiere ser azul ardiente
y el malva, el rojo de unos labios
siempre anhelantes… bajíos…

no muda el celaje de sus escamas
nunca el pez ni jamás vuelve a encontrar
el cauce que ya remontó,
recuerda que el futuro no ha venido,
olvídate de ser quien no serás,

mientras mueren estos,
otros mundos nacen continuamente
en los marjales del río de ahora,
olvida todo el tiempo entre las algas,
acuérdate de ser quien eres hoy,

en el agua verduzqueante,
sobre la Tierra sumergida
sólidamente llovió
durante miles, millones de años,
y un día infinito escampó.

.
ēgm. 2012


4 de enero de 2012

La carretera del faro


Puedes seguir preguntándotelo
todas las veces que quieras,
la solución origina el problema,
pero no hallarás más alternativa
que joderte y soportarlo,

el mapa no está equivocado
aunque le faltan algunos detalles
que puede suplir la memoria,
caminos entre los tojos,
montes de áspera y fría belleza,

siempre esa insistente pregunta,
los pájaros atraviesan la playa,
chillando, hacia el océano,
siempre ajenas, bellas e intemporales,
las aves de aire y de sal,

puedes seguir preguntándotelo
mientras recuentas las baldosas
de las paredes del cuarto de baño,
el motor empieza a sonar
más fuerte que el mar en las rocas,

el viento es indiferente testigo
de la fugacidad del arrecife,
de la infinitud del silencio,
de las jactanciosas preguntas
que el ser humano se hace a sí mismo,

los pájaros marinos pasan
hacia el interior del océano,
donde habita la realidad,
pero la mente insiste e insiste,
aceleras un poco más,

la ignorancia de los que hablan
sin entender lo que dicen
es tan solo adelantada
por la de los que viven de escribir
de las profundidades que no alcanzan,

la moda pasa de moda
hasta que vuelve a ponerse de moda,
la arena en la playa se desmenuza
entrechocándose en la misma arena
que la ama, la goza y la destruye,


el faro sobre la peña
ya no vigila el oleaje, y
los pájaros chillan hacia la niebla
ajenos a las preguntas
que los niños le proponen al mar,

tu cuerpo se tensa, tu pie se clava,
el faro sobre el océano…
un grito breve en la rampa de piedra,
las olas pausadas e indiferentes
son un rumor allá abajo

resaltando el esplendor de la sangre
sobre el acero y el plástico,
la bruma en el velo del horizonte
va acogiendo a los pájaros,
charranes, fumareles y pagazas,

se ha detenido el motor…
la solución origina el problema,
olas, viento, voces, después
un suave silencio intranquilo,
ahora empieza a llover.

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ēgm. 2012