27 de marzo de 2013

El ataque de los cuarkos mutantes (Otra aventura del capitán Titanio)


Duelo de pseudorrayos cuánticos
en el espacio-tiempo alternitante,
el coronel Cerniceronte
ha reabierto su consulta
en las cercanías de Donga Once,

amanece,
nadie ha ido ni vendrá,
pero yo fui y me di la vuelta
cuando ya estaba a punto de llegar,
una encendida protesta social

reintegracionista de postcomplejo
lingüístico indeterminante
ha comenzado en el área exterior
del brazo derecho de la Galaxia,
de esta misma galaxia,

paso sin acaso ni esperanza,
comedido éxtasis eventual,
Soid se ha exiliado en otro universo,
si es que alguna vez en este
llegó siquiera a creacionar,

la derecha sobre el pecho,
y la izquierda encima de la barriga,
ay mi amiga,
olhos de traedor, cabeça de can,
acechando el añil del alba,

debes elegir bien de qué dudar
en esta dubitativa espiral,
abajo se torna en grajo
en bucles de evasiva reversión,
nada fue, nadie será,

casi como cuando conoces
a una persona de verdad
y tan solo un nanoinstante más tarde
ya la has olvidado para siempre,
así llueve sobre el mar

en lo más cerrado de la tormenta,
decenas de lapsos después
la situación era al revés
en la amarga comedia épica
que acaba cuando debiera empezar,

dicen que estás muerta,
en un frío apartamento sin luz
solo el espejo refleja el espejo,
el negrillo escuece
cuando la ola de novas recrece,

dices que estás cierta
de que la sospecha es veraz,
gime el pájaro del mundo
en el vórtice espacio-temporal,
es más sospechoso el ser suspicaz,

en los bajíos de la playa,
aire descendente enfrente,
pero tu lengua te delata, chata,
yo recuerdo ese sabor,
qué hecatombe, war in Donga,

y t-húmedo viraje helicoidal,
encanto se vuelve acanto
en casos de escabrosa quemazón,
dices que estás segura
de que la lluvia penetra la sal,

nadie sabe, nadie entiende,
nadie va a ninguna parte
en la nave de quark-gluones mutantes,
todo cuanto sucede ahora
no va a dejar pronto de suceder,

no es el momento de dudar
del universo en circunvolución
sino del mito de un dios
creando, ordenando y juzgando,
en este mismo universo

con la mano derecha sobre el pecho
y la izquierda sobre el estómago,
junto a mis armas y mis amuletos,
en una oculta cueva fui enterrado
por mis hombres y mis mujeres

mientras afuera aguardaban
los niños que no sabían llorar,
entonces la crueldad
era tan primitiva como ahora,
entonces las tarjetas de memoria

velaban el mismo misterio
elemental, parece
que crece
una inflorescencia en el núcleo
de mi galaxia espiralada,

arriba muda en oliva
en ratos de arrogante aberración,
solo unos lapsos después
el coronel Cerniceronte
importa ulmáceas al por mayor

del violeta tercer planeta,
te buscaba y te escondías,
¿dónde estás, dónde duermes?
¿cuándo vas?
ha pasado el momento de dudar

del reflujo de la resaca,
viento nordeste en Donga,
hazte un truja, mi bruja,
si quieres disfrutar
ven al arcén de las vías del tren,

donde el tiempo aún no ha pasado,
o a retozar a la orilla del mar
mientras sisea la marea,
solo el espejo conoce al espejo
y el conejo

con el pájaro del cosmos bucea
en los posos del vino peleón,
sí, siente la boca ungida
mientras jadea la marea
y las olas mojan tus pies morenos,

dile a las algas profundas
que te gusta la lienta actividad
del giro de tu lengua helicoidal,
extraño muta a musgaño
en tráficos de trópica atracción,

y salta en la peña, grita en la arena,
dibuja con el lápiz positrónico
los mapas de la irrealidad
antes de que las sub-ondas plasmáticas
fijen el tiempoespacio

en la línea de la pleamar,
las algas fluctúan, vienen y van
en el sueño de la rompiente,
¿dónde vas, dónde duermes?
¿dónde estás,

mi esquilada guarrindonga
de la cuesta del pinar?
vela azul en blanco azar,
clemátide oscilando neviscada,
fleo o trébol, onecen sensualmente,

digitaria enanzada,
trémula urticularia,
camelia obriza, ñipe opalescente,
milenrama, estelaria,
me arpan si tu úlmea raíz brota oblicuada

pela encosta do pinhal,
un gris preciso en el crepúsculo,
la gota de semen seco en el brazo,
entonces las tarjetas de memoria
velaban los vuelcos furtivos

de la timorata estrella del porno,
eléctrico qué eléctrico el amor
vibrando en púrpura esencial,
si cima deviene enzima
en ciclos de concisa comezón,

establece
la trecena ley de la sintropía
que trece
es el número de veces que acrece
pardo el olmo cuando amanece,

sangre en los cuerpos cavernosos,
por las áridas calles del destiempo
nadie ha ido ni vendrá,
nadie supo ni sabrá
quién sigue el rastro de tu ardor,

despertó el coronel Cerniceronte
con una abádica erección
que adrece,
y en el cerebro, un saco de serrín,
todo lo que ya sucedió

sigue aún sin dejar de suceder,
no es el momento de dudar
en los arrecifes de la marea
de las tibias intenciones del clima,
pese a la rotación galáctica

continúa la guerra en Donga,
el capitán Titanio dirige
el perpulsor de pseudorrayos cuánticos
hacia el vórtice lapso-estacional,
emerge una gota de semen

sobre el brazo izquierdo de la galaxia
alzando un trazo helicoidal
y fondo ya es lirio hediondo
en flujos de fatídica efusión,
toma mis sámaras, amor,

en la cúspide de la pleamar,
desde el farallón, parece
que crece
la masa del universo real
en esta pantomima épica

que comienza cuando finge acabar,
el neocomplejo lingüístico
se hundió, allá, en el piélago cósmico,
la guerra en Donga, guarrindonga,
ha vuelto de nuevo a recomenzar,

nadie escucha ni siente, nadie oirá
al viejo perro traidor,
no olvidéis mis amuletos
antes de echarlo todo a la basura,
nadie ha visto ni verá

mi apocalipsis espiral,
oye, bruja, hazte un truja
y pásame el urente vino
del pájaro del vértigo y bebamos
hasta alcanzar la lucidez.

¿Quién mató al coronel Cerniceronte?
Aún sigue siendo un misterio
—esputa otro puto poema—
el modo de reproducción sexual
del gusarapo albinoide de mar.

.
ēgm. 2013


12 de marzo de 2013

Los arrecifes


En el principio fue el vacío que
iba llenándose de tiempo,
que después creaba el espacio mientras
el cuark daba sus dimensiones
al cósmico potaje primordial,

el universo rodeaba el mundo,
no sabes cómo sufrí,
y creció la tierra sobre la roca,
escampa en la tundra
tras el tumbo de la sizigia astral,

caía desde la hoja inestable
la gota que calma el caso
en la charca indispensable,
cabalga, jinete, galopa
hasta el difuso centro del erial,

en donde no existen tiempo ni espacio
y la fuerza electromagnética
sigue guardada en el cofre,
polvo en el yermo,
de la sabiduría insustancial,

abajo se fue al carajo
y arriba también se iba,
pero ¿quién erraste que eras?
no esperes de mí odio ni desprecio,
mi insulso amor circunstancial,

pero siempre tendrás mi olvido,
encanto hizo otro tanto
y extraño, también ya antaño,
la eternidad es todo el tiempo,
desde el principio hasta el final,

y cima, izando rima,
con fondo se fue tan mondo
adonde nadie ha ido, nadie va,
y, en éxtasis, la singularidad
excretó un cosmos genital,

el polvo en el páramo,
el huracán arranca el árbol
pero olvida tierra bajo las rocas,
ante un túmulo de granito
renunciaré a mi alma incidental,

ningún nudo es imposible
para la culebra en el páramo,
grita en la roca, salta en la sabana,
para el raro reptil en su cubil
ni la boa en el marjal,

las dimensiones del tiempo
se ocultan detrás de la realidad,
invoca a la bestia terrífica
en esta tierra perpleja,
hermosa, ingente y eventual,

danza la danza primera,
cuando en las noches sin luna
las estrellas no estén brillando ahí,
ni para ti ni por mí,
en la ciénaga celestial,

galopa, jinete, cabalga,
han brillado ya mucho tiempo antes
y seguirán burlándose después
de nuestra última disolución
en la nada inmaterial,

cabalga, ebrio jinete,
en la más profunda irrealidad,
quizá en los arrecifes de la ría
agua, algas y arena
son el ensueño del coral,

descubre el valor de los mitos,
silencio oscuro en los suburbios,
jinetes en la tundra,
dame un poco de tu fango de estrellas,
ten mis genes de neandertal,

sé que tú, esbirro armado,
nunca jugaste en la playa en invierno,
yo cierro el puño y muevo el brazo
arriba y abajo, arriba y abajo
con fiera furia funeral,

buscando versos perdidos,
aplastado, azotado y elevado,
por alguno de los muchos enigmas
que me ayudan a subsistir,
cabalga el polvo del erial,

tan solo tienes que escuchar,
de la fábula, la miga
es que lo cierto es que la hormiga
nunca aprendió a cantar
salmo alguno del misal,

preferiría que no pero sí,
y ahora recolecta el miedo
y el oscuro silencio del suburbio,
eh, Perceval,
¿dónde has olvidado el grial?

donde el gato ni vive ni la palma,
rodeando el mundo, no sabes
de qué manera sufrí,
y los cuantos reverberan la luz
en los muros de la inercia espacial,

sí, los tiempos son confusos,
ah, inconveniente desdicha
haber nacido yo para entenderlos,
aunque a veces la belleza
es un don del hada del mal,

hielo en la tundra musgosa,
nadie quiere, nadie da,
solo el espejo vigila al espejo,
solo el tiempo en el espacio comprende
la incorporeidad del nagual,

preciosismos y boniteces,
la bota que colma el paso,
santo Tomás Eliota
escribió los cuatro evangelios
y el apocalipsis más teatral

sin que nadie le desterrara
a los blancos tormentos de la tundra,
la araña acomodó su tela
en las vigas del salón,
junto a la gran lámpara de cristal,

oh, repuñetera desgracia,
me daba sus montes de cromo
y me negaba sus valles de iridio,
pronto descubrí que no comprendía
mi revirado proceso mental,

rodeando el mundo y no sabes
de qué manera sufrí,
líquenes en la tundra helada,
nadie estuvo, nadie está,
rompe la rama el vendaval

pero indulta al árbol sobre el collado,
donde solo la subrazón subsiste
y es eléctrico el amor,
tan eléctrico, eléctrico el amor,
dadme una premisa cabal

y desquiciaré el cosmos,
salta en la roca, grita en la sabana,
y por fin descubrí que nadie,
sí, Perceval,
percibía mi vuelco intelectual,

oh, Casandra, tú
aún a Apolo recuerdas, erecto
so los capiteles de Ilión,
mientras que yo sí podía alcanzar-
los a todos en la danza ritual,

multiplica tu saber por el radio
de un cuark, oh, el extraño encanto
de ir de arriba hasta el fondo
y desde abajo a la cima
cual partícula elemental,

mira al firmamento, aúlla en la roca
a los longiexpectantes
decenas de centenas de millares
de millones de universos
en tu somnolienta mente esencial,

mas santa Ana Aimatoviana
por escribir de los héroes sin versos
fue condenada al silencio
de los que morían expatriados
en la tundra transcendental,

la araña entretejió sus hilos
entre las caries del león
y expertos en razones infundadas
tacharon líneas y arrancaron páginas
del claro poema invernal,

oh, inusitado infortunio
el haber nacido yo
en estos tiempos complacidos
en el tamaño del radio del cuark,
muerde el tiempo desigual,

el viento se lleva las hojas
pero indulta a la rama aislada
como una inútil ofrenda a las nubes,
el presente es un reflejo
del futuro tangencial

y el futuro es tan velado
como el pasado es oscuro,
pero ahora estoy buscando un espejo
que ya no pueda atravesar,
danza la danza ritual,

nadie ha ido, nadie va,
nadie ha visto y nadie ve
que no hay nadie y nunca habrá,
tan solo el dolor te enseña a sufrir
en el precario pedregal,

desde las murallas de Ur
veía los cadáveres flotando
por entre los junquerales del río,
oh, Perceval,
¿en dónde habrás perdido el grial?

silencio y tiniebla en suburbia,
preferiría que sí pero no,
donde no ha muerto el gato ni vivió
y los cuantos hipnotizan la luz
sobre los muros del tiempo inercial,

nadie sabe que yo sé,
nadie ha sido ni será,
oh, no torturéis, desalmados,
mi alma caducifolia
con las sirenas de cada arenal

desde el Báltico al mar de Arousa,
dejad que me vaya a los arrecifes
a terminar aturdido y a solas
mi botella de aguardiente de guindas,
el viento arrastra las hojas del nogal

hacia las profundidades del mar,
Casandra, escuché tu voz
y aun pienso que entendí tus palabras,
si la eternidad no es tan larga
que no pueda tener un buen final,

bajo el aullido de la tempestad
pero estaba tan borracho
que no creo que pueda recordarlas,
oh, no atormentéis, ingenuos,
mi alma infinitesimal,

el chamán se orinó en las manos
y el profeta eructó la antientropía
entre el oleaje de la resaca,
espumas y aerosoles,
gritos en el grito del temporal,

cae la gota en la charca primigenia,
la gravedad se incrementa
hasta que no permite ni pensar
y es ele-eléctrico-trico el amor
en el fondo del cenagal,

polvo en el agua,
cadáveres flotando entre juncos
ante las nuevas murallas de Ur,
ay, Perceval,
rebaila tu baile ritual,

a hierro mueren las estrellas,
como los humanos, y sus cadáveres
devienen frías supernovas
y sombrías estrellas de neutrones
yaciendo en el abismo sideral

reducidas solo a polvo estelar,
polvo que realimenta al universo
como el polvo de los cadáveres
humanos realimenta a la tierra,
regenerando el ciclo vital,

la cota que palma el vaso,
líquenes en la peña,
después de esferas y evos
la sirena en los arrecifes
musita su melodía a la sal,

deja que la música ahuyente al miedo,
no silbes en la oscuridad,
páginas manuscritas arrancadas
de algún cuaderno escolar,
musgo en el hielo aluvial,

velado futuro, oscuro pasado,
nunca ha sido y no será,
humanos, en verdad no os merecéis
la lluvia de la que estáis hechos,
y el oscuro silencio suburbial,

Apolo continúa empalmado
so los frisos de la sagrada Ilión,
grita en la roca,
salta salvaje en el páramo,
libera tu furia de neandertal,

nunca ha habido y nada habrá,
en los ángulos del espejo,
eh, Perceval,
la eternidad no es tan larga
si sabes resistir hasta el final.

.
ēgm. 2013