Esos carbones
He dejado salir
a los demonios; ahora no quieren
regresar a mi mente.
Lapso
Sí, tal vez eres tiempo,
y eres infinito; y también instante…
no solo eternidad.
Lazo
Hay trampas para ratones,
para zorzales, gamos y conejos…
y también para lobos.
Viciotez
Creer que los demás
son tontos es el vicio recurrente
de los mentecatos.
Reflexión
El espejo no habla
ni mira; tú lo miras y te dices,
dudosa, la verdad.
Don de estilo
Me admiran los poetas
que tienen siempre el mismo estilo; son
realmente admirables.
La verdad de Mariel
Escribí tu nombre en clara
caligrafía; a ti no te gustó
como sonaba en voz alta.
Don de Erato
Una vida insufrible
no otorga —poeta— el don de escribir
poesía aceptable.
Alborada
La noche ya no vuelve;
¿podría importarle a alguien saber
lo que dice el poema?
Mediocritas
Nunca he llegado a estar
—quizá— lo suficientemente cuerdo
ni lo bastante loco.
No haiku
El hecho de tener
tres líneas no convierte a cualquier frase
en un jodido haiku.
Desistencia
Cede —poeta— en tu dolor,
que en la vida hay cosas más importantes,
y dolorosas, que el amor.
Escribanía
Realmente preferiría
no hacerlo; no quisiera, amor, tener
que enamorarme.
Rebuzno
Necesito ignorar
que nada de lo que hago funciona,
para seguir haciéndolo.
Penaltis
Me gusta cada vez
más el fútbol: mientras miro el partido
no pienso en ella.
Salida 16
Tu amor —poeta— es
una mierda de perro en la autopista
a las diez menos cuarto.
Colapsa
Tendrás que desmoronarte
a solas; mi locura es suficiente,
no necesito más.
Del escombro
aún puedo reconstruirme,
crujir, despedazarme, y otra vez
volver a equivocarme.
Sacar y restar
No hables de ti cuando
hablo de mí; no hables de mí cuando
de quien hablo es de ti.
Retraso
Viajo en otro vuelo
que aunque suele salir mucho más tarde
a veces llega antes.
Esta insidia
no es lo que sabes,
sino lo que crees saber,
ni lo que oyes,
sino lo que crees oír;
no lo que dices,
sino lo que crees callar.
Los platelmintos
no beben, no se drogan,
no comen dulces y no se preguntan
qué hacen en la vida.
De la sordera
Quien solo habla una lengua
es mudo; quien entiende un solo idioma
es sordo, y también ciego.
De la ceguera
No hay peor ciego
que el que no quiere oír, ni peor sordo
que el que no quiere hablar.
Sostenella
Siempre quien dice
que no se arrepiente de nada tiene
mucho de que arrepentirse.
Óptica política
Suelen en huerto ajeno
ladrar más fuerte los perros furiosos
que en la casa propia.
Simplicitismo
Hay cosas tan fáciles
de entender que son muchas las personas
que no las comprenden jamás.
Otredad
Intento ser otro;
pero el otro —viejo cabrón astuto—
sigue siendo yo.
Señoritas y caballeros
Quien te llama “señorita”
quiere aparecer como un caballero;
quien quiere parecer un caballero
no lo es, señorita.
Intangibles,
he trazado endebles, tenues
líneas a mi alrededor que no debo
cruzar, ni dejar que cruces.
Introspección
Saberte inteligente
es lo que te ha elevado a presuntuoso
y corregido en necio.
El secreto de la Esfinge
Finge… la Esfinge finge
saber la respuesta al enigma, pero
ella también la ignora.
Sin regreso,
acaso Aquiles, en Ftía,
compuso la historia de un vate ciego
y —ebrio— después la olvidó.
Zeuxo,
nacida del Océano,
criada entre algas y arena: no dejes
que se te vaya el mar.
Poeta cuántico
No cree en Dios, pero
sí en la Física; ella también
le traicionará.
Nostalgia futura
Este hoy que hoy vivo
no es el mañana con el que soñaba
ni el ayer que añoraré.
Curvatura
La luz no necesita
los ojos; existía antes que ellos,
y mucho antes que dios.
Espectro visible
Ah, también el gris
es un color; no solo hay blanco y negro:
eh, también hay gris.
La quinta ley
El tiempo no se pasa
ni se gana, ni se pierde o se encuentra:
el tiempo se transforma.
Mente mortal
La mente no ignora
nada de todo cuanto el alma pueda
llegar a sentir.
Cosmogonía
El universo no existe
para el ser humano, sino que él es
porque existe el universo.
No está hecho el universo
a nuestra medida, sino nosotros
lo estamos a la suya.
El universo no fue creado
para ti, sino que tú solo eres
parte del universo.
Cotufa del golfo al ron
A arcaicos dioses
en los que no creo oro en idiomas
que no comprendo.
Teogonía
Otros dioses yacen —muertos—
bajo el pesado cieno de los siglos;
estos también caerán.
Marea llena
Propósitos para Año
Nuevo: no preguntarme más quién soy;
soportar la resaca.
Los espectros interiores
son tan solo demonios;
aúllan de dolor, pero no pueden
causarte ningún daño.
Regresión
Viejo lobo en invierno:
sabe cazar pero el nervio le falla;
la ventisca lo cerca.
Hiedra
Aunque no pueda, puedo;
quiera o no quiera que no quiera, quiero;
sea o no exista, es.
La verdad del caso Prufrock
Yo maté a José Alfredo;
y aunque no hubo accidente, la culpa
ni siquiera fue suya.
Zarza
Detrás de las palabras
—llamas que niegan la luz— permanece,
taciturno, el poema.
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ēgm. 2017
121
El tintineo
de mis espuelas de plata
lo han oído muy pocos;
dame a probar
tu dulce vino de fresas
y entenderás mi código.
122
≈ Justo al lado
un camarón bandeado
se instalado como ocupa.
123
El amor
soba su beso,
lo ciega en vicio;
un amor
le vicia el juicio:
sisa su seso.
124
¿Debo
comer ese albaricoque?
¿Debo
pensar que puedo
comer ese melocotón?
125
Pasillos que se bifurcan
y bifurcan,
{ abiertas que cerrar,
puertas {
{ cerradas por abrir.
Cruces, rotondas, calles.
Cuartos. Habitaciones. Cruces.
126
La muerte o el arte,
la chica o el poema;
es —en tal dilema—
mejor masturbarte.
127
La desesperanza
es lo último que se encuentra.
128
Todo lo demás
estaba antes creado,
por un dios
o por la física cuántica;
una cosa solo es tuya…
Pero te lo diré otro día.
129
Era antes de estar cuerdo,
por lo que dices:
eran tiempos tan felices
que ni me acuerdo.
130
Verso del tiempo vencido,
esta metáfora llega a su fin.
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ēgm. 2017
Las gacelas corren y brincan
por la sabana,
rumor de cigarras y pájaros,
miro desde la distancia, y escucho,
soy un viejo depredador,
fuerte y audaz, avanzo silencioso,
sigiloso, determinado,
atento a los olores,
a la dirección del viento y sus cambios,
atento a la velocidad del tiempo,
una gacela se destaca
de las demás, mis ojos
se fijan, mis músculos se contienen,
la gacela se exhibe,
corretea ante mí como si no
pudiera verme,
yo me encorvo, olfateo el aire,
calculo, mido,
y avanzo sigiloso, silencioso,
determinado,
el tiempo se acelera en mí,
me tenso y me destenso
en una exacta fracción de segundo,
me abalanzo con precisión,
seguro de donde asestar
un golpe único y definitivo,
ágil, la gacela salta hacia un lado,
con un brinco me evita,
mis mandíbulas se derrotan
contra sí mismas,
muerdo el aire, remuerdo el polvo,
me muerde el tiempo…
ágil, grácil, la gacela se va.
Este es el primer sueño.
En el segundo sueño
tú me miras como una hiena hambrienta,
como el águila sobre el viento
—como el futuro examina el pasado—,
como la aullante loba sin manada…
como el tiempo sobre los días.
Yo huyo entre los matorrales
—sombra bajo las sombras,
perseguido por las incertidumbres
y la velocidad del tiempo—
y en la oscuridad de mi madriguera,
sobrecogido, tiemblo.
Una mariposa sin alas
blandía su varita mágica
el hada invocaba a sus vértigos
en el abismo de los dioses
el tiempo crujía en las flores
de los besos funambulescos
fluían ficciones errantes
y musgos de luz y humedades
en el pozo del tercer sueño.
El zorro bate el monte,
entra y sale de los caminos,
dibuja, traza,
rectas, curvas, secantes y tangentes,
triángulos y cuadrículas,
apremiado por los instintos
y el soplo del tiempo en la cola.
En la sombreada ladera
está picoteando la torcaz
sus piñones tranquila;
alza un ojo, ve al zorro que la acecha,
y prosigue picoteando,
picoteando los dulces piñones
que el tiempo ofrece.
Los campos brillan rojos
y amarillo el cielo en el cuarto sueño.
La paloma torcaz sabe,
y con un pequeño vuelo se aparta
y con otro se aleja.
El zorro aún trota tras ella
entre la abdicación y la esperanza.
Sueño y me empeño
en que en el quinto sueño
sepulto mis perversiones contigo,
Zeuxo nacida del Océano
—sigue vuelo, gaviota—,
y brindo, mierda, brindo
por el azul del mar
a través del reflujo de las algas,
un corazón de tiza en tu ventana
—es el tiempo, Zeuxo—, oh Zeuxo,
arena (lluvia) y sal,
dorada coleta, difusas pecas
—ya no vistes muñecas—,
desazón de saliva en el cristal.
En el lago del sexto sueño
de juncos de luz y humedades
fluían ficciones mutantes
con los densos besos espesos
el tiempo rujía en el dolmen
desde el vórtice de los dioses
el hada evitaba sus vértigos
cernía su varita mágica
la azul mariposa sin alas.
El tiempo se deceleraba
en la puerta del dolmen,
entremos, bailemos, dice el vencejo,
las retamas se mecen
al ritmo del tiempo en sus flores,
el cielo amarillea
sobre los rojeantes campos,
pájaros y cigarras escuchaban
su propio rumor en el polvo,
la luna disimula,
en lo hondo del bosque
el chamán recibía al visitante
llegado de otros infiernos,
desde su nido en el magnolio
ella te espía,
tibio es el sabor de estos días
en que rebrota el cuarzo,
tomaste mi acento como un mordisco
y yo tu dentellada como un beso,
en la arena y la sal,
como una hiena ella te miraba,
como la loba olisqueando
la remota velocidad del tiempo,
cedió la luna a los designios
del sueño séptimo,
armé mi débil cuerpo
de infinidades, y mi espíritu
volátil de hierro y cuero, la noche
de vidrios húmedos,
oliendo a algas,
entremos, decía el vencejo
—vuelo del tiempo—,
bailemos la dulce danza del miedo
en el séptimo sueño,
solos y eternos.
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ēgm. 2017
111
—El mundo está ardiendo de pronto
y solo puede salvarme el deseo…
—Es así como creo
que ya te has convertido en un tonto.
112
≈ Diversas emociones
animales
causan algunas de las mutaciones
más letales…
113
¿Cuál es
—un lugar en ti mismo—
el más, cuál es
—una mota en el tiempo—
el menos?
114
Todo lo que aprendí de cada uno
de mis errores
es a nunca reconocer ninguno
de mis errores.
115
Cuando empezaste este juego, ni el dado
ni yo éramos quien somos; ahora
incluso el nombre del juego ha cambiado.
116
No me gusta
la gente
(tampoco); solo
—también—
la necesito.
117
≈ Los ríos son los portales
por donde los materiales
se adentran en el océano…
118
Prefiero
la charla sin sustancia,
las frases sin sentido,
las palabras
sin significado.
119
—Canta en mi vaso
—reciente luna—, blanca, la sed;
solo el malvís,
que al aire enflauta, sabe qué sed.
—Amante: en tu vaso
derramo mi sed.
120
¡Quién se pudiera enredar
en la densa hiedra…
y de nuevo tropezar
en la misma piedra!
(continuará)
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ēgm. 2017
yo sé donde el viejo loco
enterró su tesoro,
hay campos cultivados,
aunque jamás lo tocaré,
hay un camino que va
y otro que viene,
pero no son el mismo,
hay árboles, pinos, robles,
acechan los cuervos la tarde,
eucaliptos, laureles,
hay un puentecillo de piedra
y otro de madera donde
el río se une al río
que va, pasa, y nunca vuelve,
el mirlo mide las sombras,
los líquenes duermen la piedra,
umbría y humedad, libélulas
y algún martín pescador,
yo soy una brizna bajo la niebla
—la niebla me alimenta y me devora—,
no sé por qué el viejo loco
escondió aquí su tesoro.
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ēgm. 2017