26 de septiembre de 2016

Presunción y carencia


Distingo muy bien el acento
del que no ha pisado la hierba
y dice haber creado la humedad;

reconozco la voz equívoca
de quien, aun sabiendo el refrán
es su vana víctima y lo ejecuta.

Suele ser cierto, tantas veces,
que la búsqueda del conocimiento
conduce a la simple estulticia

y que la persistencia en la ignorancia
consolida la necedad.
Sería mucho más fácil contar

que aquella fulana famosa
pasó a diez metros de tus gafas,
sin mirarte, y que aquel político

fulero le encargó al fin el montaje
a alguien que no eras tú.
Las pócimas de los chamanes

mezcladas con los brebajes de bruja,
en la terraza de la playa,
más el espíritu del humo, nunca

resolverían ninguna ecuación.
Tras los muros de la ciudad
el Tiempo con todos salda su deuda

y también los héroes la cobran
—y, una por una, a cada hieródula
paga— y sus perfectos cadáveres

son arrojados al río; a ti
la corriente te ha arrastrado hasta el mar
y te ha abandonado allá,

flotando entre algas, desnudo
de pretensiones y cielos de sílice,
inerte junto a una roca desnuda.
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ēgm. 2016