28 de diciembre de 2015

Un libro


Como aquel libro viejo,
descubierto en la cueva de un trapero
entre añejas fotonovelas

y junto a extenuadas revistas porno,
ya deteriorado
y al que le faltan las tapas

y parte del principio y del final,
no podrás leer nunca
las primeras páginas de tu tiempo,

las que cuentan lo ocurrido
antes de tu nacimiento
y tus remotos años infantiles,

—apenas sabes lo que te han dicho
de vez en cuando los abuelos—
ni llegarás a conocer siquiera,

si la memoria te falla,
o bien la agotada razón,
cómo serán los postreros,

ni puedes vislumbrar
qué sucederá después del momento
en que tu cuerpo vencido,

rechazado por la vida,
se retuerza en un último temblor.
¿Arderás en un incendio

en la autopista, un día de niebla,
te pudrirás en el cieno de un río
o entre las algas profundas,

en los brazos de una torva sirena,
o serás inhumado
con los ritos funerarios propicios?

Ese viejo tomo incoherente
que solo tú entiendes —y solo en parte—
y nadie más ha leído

permanecerá por siempre incompleto
para todos, y, sí,
inacabado también para ti.

.
ēgm. 2016