Llueve a las nueve;
ella está sola: mueve
sus dedos. Llueve.
.
ēgm. 2019
ēgm. 2019
El éter quema,
se ahoga el ponto;
el orbe es flema,
el ser, un tonto.
El tiempo es largo,
la vida es corta;
el día, amargo,
la hora, absorta.
El alba arde,
la noche es poca;
el día es tarde,
la mente aloca.
La hora rije,
el día cruje:
la vida aflije,
el tiempo ruje.
La Tierra es yerma,
el aire es recio,
el mar enferma:
el ser es necio.
La hora aflije,
el día ruje;
la vida rije,
el tiempo cruje.
El alba es tarde,
la noche aloca;
el día arde,
la mente es poca.
La hora es larga,
el día es corto;
la vida amarga;
el tiempo, absorto.
La Especie es lerda,
la Tierra, abrojo;
el mar es mierda:
Mundo-despojo.
.
ēgm. 2019
Stupidity is the ultimate sophistication.Desayunas cola sin cafeína,
Richard G. Jaggers, (I Can't Set No) Sophistication
agua carbonatada y colorantes,
la prueba comenzada,
la mañana convergiendo en el sol,
el día prometiendo
todo lo que la noche retorcía,
sonrisas despintadas en la acera
de los ralos redundantes magnolios,
iridio y piernas largas,
el tráfico es intenso pero fluido,
el grupo se dispersa
después de una caída inesperada,
la trampa más antigua,
mi corindón era un malabarista
borracho a media tarde
comprándole delirios a una estrella
envuelta de fulgores fluorescentes
en la playa nublada,
bajo el iridio, el bikini, y debajo,
la luna envejecida y moribunda
reniega de su eclipse,
el viernes lloverá, y también ayer,
bébelo, Alicia, todos están viendo
el pronóstico del tiempo pasado,
el Rey Bonsái cavila,
nada, primero, y después pedalea
como aquel poeta, en su bicicleta,
en el circuito urbano
con una irisación oscilatoria,
la sangre tan volátil como el éter,
velella veleando,
soberbia, pero morirá en la arena,
anuncian las anémonas
que si el futuro es incierto, el presente
es borroso, y el pasado está aún
acabando de reconfigurarse,
crecía el mediodía
y todos los pájaros disparaban
al mismo cazador,
el pajador pajado,
es cierto que el pasado nunca vuelve
pero también que tampoco se va,
vira la marejada,
debería poner algo de música,
no demasiado alta,
recuerdo que el recuerdo aún existía,
el cántico sonaba
a un cosmos de futuros devaluados,
escucha la tiniebla fulgurante
que trae incluso al plancton el deseo,
no sabía que era tan obtuso
hasta que te encontré,
la oscuridad siempre es gratuita, pero
la luz hay que pagarla,
el grupo se reagrupa,
después, la transición de bici a a pie,
por, y como los otros animales,
caminos desiguales,
imprescindibles las gafas de sol,
frío fuego de iridio,
me espesan los ejércitos de Atila,
la curva de tu falda me aniquila,
el amor solo es plancton,
esta fue la gota que agota el caso,
y ¿qué sucede? nada
el pececito en su pecera, nada
el pólipo en el éter,
fulgores fluorescentes en la niebla
de la playa nudista,
necesito otro clavo
que me arranque de una vez este clavo,
el Rey Bonsái opina
que casi siempre es mejor no opinar,
llueve más aún y
seguimos anegados por el fuego,
escucha, te lo ruego,
somos una tragedia humanitaria
retransmitida en directo en la red,
me asedian los ejércitos de Estultia,
la curva de tu falda
arrasa con los nervios de mi espalda,
pero las promesas del día son
los huecos de la noche
rellenos de hojarasca y paja húmeda,
agua carbonatada
con un débil sabor a caramelo
en la dura garganta,
sigues cayendo firme
en la abismada trampa del deseo,
de pronto la marea me marea
—sofisticadamente—,
esto es tan insensato y tan sencillo
como disputar un triatlón en Tokio
y llegar a la meta
las dos agarraditas de la mano
para ser luego descalificadas…
recuerdo que el futuro aún existía,
la música nadaba
un cosmos de pasados incumplidos.
ni a nada profundo ni bello;
yo me conformaría
con una sola línea de poesía
que colgar de tu cuello.
.
ēgm. 2019
Qu’on peut appeller, ce me semble,
La Belle Dame sans Merci.
Alain Chartier
Perdí mi edén barato,
busqué nueva ansiedad;
royendo incertidumbres
contemplo, mudo, el mar.
Tiniebla fulgurante,
esencia elemental:
deseo en puro plancton,
eclipse sobre el mar.
Cosiendo un suave ensalmo
—oh dama sin piedad—,
princesa de las algas,
me abriste todo el mar.
Titán de pies de yeso
—oh zote sin rival—,
privando ante la ría
me trago entero el mar.
Vendí ilusión barata,
compré banal verdad;
mascando pesadumbres
escucho, ciego, el mar.
Cantaremos y reiremos,
comeremos, beberemos
y pondremos crisantemos
con las hierbas de San Juan.
¡Ay, San Juan!
Bailaremos, saltaremos,
amaremos, follaremos
y arderemos como memos
en la hoguera de San Juan.
¡Ay, San Juan!
Lentejas, lentejas tristes,
lentejas sin alegría,
no se vieron en las lumbres
de Aragón ni de Castilla,
ni en las Asturias de Oviedo
ni en León ni Andalucía,
lentejas tan sin sustancia,
tan cansadas y vencidas.
Os guisaban sin tajada
de chorizo ni morcilla,
sin un algo de tocino,
de jamón ni de costilla;
lentejas, lentejas tristes,
lentejas sin alegría.
Os echaban a la olla
remojadas y escurridas,
donde antes en aceite
las verduras sofreían:
mal picado un triste puerro
tristemente allí caía,
la zanahoria en rodajas,
el pimiento en tristes tiras,
la cebolla muy picada
sollozando le añadían,
y picado un diente de ajo
al aceite triste iba;
de unas setas de los montes
tristes trozos le traían,
además de, con gran saña,
agregar media guindilla,
y después de hecho el sofrito
en tan triste compañía,
aún encima le regaban
más de un litro de agua fría.
Allí os echaban, lentejas,
pues el tiempo ya os venía
de cocer a fuego lento
una hora bien cumplida,
cuece triste que te cuece
en tan triste compañía;
lentejas, lentejas tristes,
lentejas sin alegría.
Mientras el guiso en el fuego,
ya caliente, aún no hervía,
por poner alguna cosa
unas algas le ponían,
como espaguetis de mar
en la tierra conocidas,
con las manos troceadas,
con los dedos mal partidas,
también dos dientes de ajo
con sus pieles le añadían,
y un ramín de perejil,
de laurel triste una hojita,
y después de pimentón
triste una cucharadita
y, por terminar el duelo,
un quebranto de sal fina,
y allí os dejaban al fuego
malcociendo de tal guisa,
lentejas, lentejas tristes,
con muy gran melancolía.
No se vieran en Navarra
ni en Aragón ni en Castilla,
ni en los puertos de Vizcaya
ni en las rías de Galicia,
ni en las huertas de Valencia
ni en la mora Andalucía,
lentejas tan sin sustancia,
lentejas tan chuchurrías,
ni se viera allí gran chef
con tan grande valentía,
sin deconstrucción que valga
ni reducción ni pamplina,
que entre el pecho y las espaldas
comistrajo así metía.
Ay, lentejas sin ventura,
desgraciadas a porfía,
mal haya quien os guisaba,
mal haya quien os comía,
mal haya quien os hallaba
y un romance tal paría.
Ah, sometimes I grow so tired,
But I know I've got one thing I got to do:
Ramble on.
J. Page / R. Plant
1
Prepárate para huir. Advierte
a los pájaros —respetuosamente—
antes de adentrarte en el bosque.
2
Te contaré las cosas como nunca
fueron para que parezcan verdad
y así puedas creerme.
3
Salí a pasear por si me encontraba,
casualmente, a mi rubia preferida
de entre todas las morenas.
4
El sol olvida nuestros cuerpos
sobre la playa húmeda.
El mar está cambiando de color.
5
Previsión a corto y difuso plazo:
el universo apesta y no recuerdo
haber dormido esta noche.
6
El Góllum era un niño acurrucado
sobre una piedra junto al camino
mirando su flaca cara en un charco.
7
Nada suele ser rojo ni amarillo.
La esperanza de luz
es lo que nos mantiene en las tinieblas.
8
Algo me quedaba, mientras seguía
deambulando, divagando, mientras
—keep rambling, baby— algo me quemaba.
9
Aquel día había un orco lascivo
en lo profundo del glaciar.
La próxima vez acércate más.
10
Quemando cosas es como lo hacemos
durar, generalmente; sin embargo
ya no necesitamos fuego.
11
Esto no tiene vuelta atrás
ni va a ninguna parte;
tú, ella y yo lo sabemos muy bien.
12
Ni valiente ni cobarde,
sé un refrán: más vale buey atollado
que caballo despeñado.
13
En algún lugar de tu mente siempre
estaré yo, igual que tú en la mía;
ya sabes, siempre estorbando y jodiendo.
14
Y también una linda adivinanza:
Más bajita que un guisante
y más larga que un gigante, ¿qué es?
15
Escucha, hacia el fondo del bosque, escucha
la dulce y melodiosa
balada del cabrón encabronado.
16
Reconocer que lo hemos perdido
todo es la única manera
de que aún podamos conservar algo.
17
Tientas a veces cosas demasiado
complicadas para tus cortos
conocimientos reales. Desiste.
18
Estamos vivos y no lo estamos,
y no lo estamos sin dejar de estarlo;
y no es eso lo que nos obsesiona.
19
¿Qué roerá tu cuerpo? ¿Quién
poseerá tu alma? Desiste
y sal a ligotear con las amigas.
20
Vagar, divagar el mundo buscando
la estrella Polar hacia el mediodía,
las Pléyades en Adviento.
21
Perdido en la fragosa lobreguez,
como al bosque los árboles
los vellos no te dejan ver el coño.
22
Pregúntate qué parte de ti
puedes decir que es libre de opinar
sobre las opiniones ajenas.
23
Sigue la forma del río y haz olas
—agua— sobre la playa desolada.
Sé océano y rambla. Y sigue moviéndote.
24
Mucho esmalte de uñas negro
y tangas de hilo de nícrom
en el último baile sin disfraces.
25
Pregúntate, Góllum, qué parte
de ti no se debe a la educación,
la ignorancia o el adoctrinamiento.
26
Pero —hablando y bebiendo—, ¿somos
la luz del atardecer o
la noche que va devorando el sueño?
27
Memorizo el nombre de cada calle
donde te encuentro y te pierdo, solo
para poder olvidarte antes.
28
Levántate, tropiézate otra vez
con la misma falsa pared:
cabalga el unicornio descornado.
29
Sé río, laguna, riada, mar, poza,
alternativamente; yo,
arena y lodo. Nos duele parar.
30
En el suelo hojas de roble —secas—
y vivas flores de eucalipto:
sabes que no sabemos quién es nadie.
31
Deja ya de buscar el Silmarillion
y dile a Perceval que se duche
y se acerque a tomar unos cacharros.
32
El mar está cambiando de color;
bien, recordemos tan solo el presente
intentando obviar lo que es obvio.
33
No me admitieron en urgencias
y se formó gangrena allí
donde el espíritu pinchó en el hueso.
34
Ahora el cielo es azul hacia el norte;
no es que me importe, pero quizá
podamos echar un último pulvis.
35
La que al alba zanquea tras de ti
y en el ocaso se alza a tu encuentro:
La Sombra, es la respuesta al acertijo.
36
Divagando, deambulando; el bosque
y los pájaros te susurran
que no sabes lo mucho que no sabes.
37
Busca a alguien que crea en el arte
y confiésale tu amor
por los viejos tebeos y el lowbrow.
38
Vacío es el sonido que emitimos
tras el éxtasis en la playa húmeda;
el amanecer nos expulsa al día.
39
Pregúntate, aún, qué parte de ti
es libre; o si alguna parte de ti
alguna vez lo ha sido. Pregúntate.
40
Sméagol era un anciano borracho
junto al camino esquivando su cara
deforme en un charco fangoso.
Primero, lava las manos,
y evitas virus y gérmenes
y otros bichejos insanos.
Pon agua y sal a la lumbre
y hierve los espaguetis
como tienes por costumbre.
En aceite suave luego
fríes el ajo picado
y lo separas del fuego.
Mientras que la pasta cueces
preparas un picadillo
con el fiambre y las nueces.
Cuando en su punto ya estén,
los ’paguetis escurríos
los vuelcas en la sartén.
Añades el picadillo
aquel de nueces y pavo
y de salvia un pellizquillo.
Lo remueves con cuidado,
lo pasas al plato y rallas
el queso, si no es rallado.
Y con un vaso de vino
te metes un sano plato
bueno, barato y muy fino.
Este año las begonias
han florecido, con lo mal
que las cuido, pero, sabes,
han talado aquel rododendro
que daba sombra al banco
del jardín, supongo
que por alguna enfermedad,
y las palmeras, pobres,
se están muriendo, todas
las palmeras de por aquí
se ponen amarillas
y se secan, por una plaga
de absurdos escarabajos,
y la que tu mirabas desde
la ventana para ver
si hacía viento o no,
la que crecía salvaje
y sin podas, selvática,
también se está volviendo
amarilla, pobre, ya sé
que te haría sentir muy triste,
como a mí, hoy la he visto
agitándose violenta
bajo el breve temporal, pero,
con lo mal que las cuido,
las begonias han florecido
este año, aunque no
la grande del salón
que aún sigue colgando
tan majestuosa, bueno,
es primavera y los geranios
también lo dicen, abril
se está ciñendo a su refrán
y estoy constipado, y por eso
me retraso, pero iré
pronto al que es ahora
tu jardín de los mármoles transidos.
.
ēgm. 2019
Albores, amores, ardores
que en los flujos residuales fluctúan
con heces y palabras,
sombras a la luz del huevo isotrópico
y mohos, algas y nematelmintos,
del átomo hasta el vómito,
la deflagración del infierno
en ácidas llamaradas que excretan
deidades —y otros mitos—
hinchándose cual calabazas
repletas de gusanos
donde la verdad se miente a sí misma,
es eso lo que somos,
con todo esto, todo cuanto
era nada, pero también la psique,
aunque solo un destello
en el cénit del laberinto,
la psique embaucada por el deseo,
galaxias, cosmos y universos,
con todo cuanto era,
todo lo que hemos visto,
o todo lo que hemos temido
o amado, recomido por la lluvia,
desbaratado por el viento
de cada infinito momento,
flores en los montículos
—falsos reflejos en nuestras pupilas—
de la escoria del tiempo,
jadeos y silencios
nos traerán a la oscuridad
y, perdidos, seremos solo olvido,
caminaremos solos
y encontraremos solo
—no hay otro— el camino hacia el olvido
mientras abandonamos
también nuestras almas perecederas.
Detritus del gran huevo subatómico
con heces y palabras
que al flujo residual confluyen
somos; y ardores, y albores, y amores.
Manos, mis manos, las manos,
antes de lo primero,
lo primero siempre fue lo primero,
lo primero es lavarse las manos,
lo primero,
pero
por qué lo llaman sexo oral cuando
quieren decir bucal,
oh la lengua, qué indiscreta es,
por si acaso echa dos o tres litros de agua fría
en una olla,
hola olla,
y luego ponla al fuego,
la profundidad del fuego,
el ego del juego,
mírame desnudo, solo en mi jaula,
mi lengua es mi universo,
y en la olla la zanahoria
y media cebolla y apio y perejil
y ajo carajo,
mi multiverso,
y pimienta y enebro y canela,
y la lengua,
háblame en tu lengua exótica,
yo miraré la curva de tus piernas,
de tus nalgas,
de las dunas de tus playas
reducidas a la geometría absoluta del abismo,
ah la lengua,
y ahí que cueza una hora,
oh señor, soy un formulador,
intrusos contra el templo de este abismo,
una hora por cada kilo,
oh esplendor del fuego de la tierra,
desentrañas el tiempo de esta entraña,
en mi jaula,
apaga el fuego,
retira la verdura,
deja que se enfríe la lengua dentro del agua,
en la olla,
oh la olla,
cuando esté tibia quita la piel a la lengua,
la piel de mi lengua,
la dermis de una duna,
los hondos tesoros que el mar encubre,
por la libertad,
oh hombre,
los calmos abismos que el cielo ignora,
la larga sombra
de la bestia en el desierto,
deja mientras tanto la lengua despellejada
en el agua tibia de la cocción,
el ocre hostil del desierto,
en mi jaula,
mírame aquí,
yo también puedo mirarte,
aceite en la sartén,
lucha de universos en el vacío,
dos cucharadas,
dos cucharadas de cebolla picada también,
póchala,
setas, hongos de la profundidad del bosque,
donde la humedad gime
hacia la curva de tus dunas,
donde la humedad repta, playas,
playas, veo tus playas,
troceadas,
cuando empiecen a dorarse echa un poco de harina,
para espesar,
y un chorro de vino, de vino aromático, quizá,
serenidad,
después medio litro del agua de la cocción,
serenidad,
sosiego, y el gran río de arena,
agua que mana de sí misma,
inundando el hondo abismo, distancias,
salpimienta,
mídeme, mírame, en mi universo, solo,
en mi jaula,
mírame,
a veces, del volcán surge la vida,
tritura las nueces con las avellanas,
pareces,
y échalas,
mi lengua, mi universo,
a veces,
mi propia meteorología,
en la sartén,
te doy mi lluvia sobre tus dunas y tus junglas,
a veces,
bosque brumoso,
desierto acechante, el cuarto
de una hora,
por qué lo llaman tiempo,
profundamente dentro,
y cinco minutos más de reposo,
no mires,
no lo llames por su nombre,
por qué lo llaman lengua,
mi universo,
la dermis de mi tiempo, tú,
tu tiempo,
córtala en lonchas,
el pequeño trozo de tu universo
que puedo ser capaz de capturar,
de un medio centímetro,
incendios hallarán la hierba seca,
gritando cantaré,
comprenderé,
disponlas en los platos,
la sombra del tornado en los bajíos,
y cúbrelas con la salsa de nueces, con setas,
rojiza mancha hostil,
la salsa de setas con nueces,
en mi jaula,
en mi jaula,
la entraña de tu tiempo
desentrañas,
la tierra bajo el fuego en esplendor,
abismo de geometría absoluta,
reducción de tus dunas en mis playas,
desnudo
solo puedes ver tu máscara,
desnuda
puedo ver mi plenitud,
mírame,
marídame esta deconstrucción,
deconstrúyeme este maridaje,
desnudo
en mi jaula,
emplátame esta tonta estupidez,
mírame a los ojos y no
a lo oscuro,
serenidad,
las curvas absolutas del abismo,
la lluvia traerá sosiego
a aquel hondo abismo de profunda indolencia,
oh hombre,
la lengua de mi lengua.
Si en el metro,
o en la calle o en una iglesia,
una mujer comienza a desnudarse
—no puede ser—
todos mirarán hacia ella;
tú mira alrededor,
mira hacia adelante y hacia atrás,
observa todo lo que se mueva
y lo que permanezca inmóvil,
remira arriba y abajo,
echa un vistazo
a la mujer que se desnuda,
piensa un poco en por qué y cómo,
y sigue mirando a tu alrededor,
delante y detrás,
arriba y abajo,
lo que está y lo que no está,
y no dejes de pensar
que lo que no puede ser,
no puede ser por alguna razón.
la viejuja madre con sus dos hijas
—la una guapilla y la otra astuta—,
colgaron un día de la ventana
un amuleto contra los hechizos
de las brujas pelujas repelujas
para así hacer pensar a quien pasara
ante su cuevicasa que temían
a las brujas perujas
y, por tanto, no eran ellas brujas.
El hijo repijo de la maestra,
el que tonteaba a la más guapuja
de las brujas pelujas reperujas,
se quedó contemplando el amuleto
y decidió hacerse inmediatamente
con otro igualito para ahuyentar
a las rebrujas perujas pelujas
y evitar sus hechizos,
por lo que mal pudiera suceder.
Allí en su casicueva las tres brujas,
la madre viejija con las dos hijas,
la una guapita y la otra astuta
—pero ninguna puta—,
se recosen las bragas sin agujas.
1
El tiempo ha pasado por nuestro lado
a esa rara velocidad
que tan solo él sabe mantener,
ni pausada ni presurosa,
se ha dado la vuelta sin detenerse
y nos ha mirado un instante,
desde la lejanía,
con una etérea sonrisa
—quizá algo burlona—
mientras nosotros nos quedábamos,
ay, con cara de soledad.
2
Yo era más consciente
de que aún teníamos que avanzar
—los atardeceres se sucedían
con su habitual fingida parsimonia—,
pero tú te extasiabas
contemplando las algas y el infinito,
cual si pudieras desgreñar
el trenzado hilo de tu destino,
verificando que todo estuviera
y fuera tan perfecto
como debería de estar y ser.
3
Ahora avisto desde aquí
la sombra del tiempo en el horizonte
y su clara sonrisa
—sí, rotundamente burlona—
en la inmediata lejanía,
cargada de arcanos inescrutables,
y muchas veces desde el bar
del paseo marítimo
contemplo las algas y la azulada
bruma del infinito,
ay, con esta cara de soledad.
.
ēgm. 2019